martes, 21 de junio de 2011

APLICACIÓN DE LA NOCIÓN DE CONCIENCIA CRÍTICA

Antes del análisis del poema de Gonzalo Rojas leámosla atentamente

 

La lepra

Todavía recuerdo mi clase de Retórica.
Ceremonia del Juicio Final. Un gran silencio
hasta que el Profesor irrumpía: «Sentaos».
«Os traigo carne fresca». Y vaciaba un paquete
de algo blando y viscoso
envuelto en diarios viejos como un pescado crudo,
sobre la mesa en que él oficiaba su misa.
«Capítulo primero». «El estilo del hombre
corresponde a un defecto de su lengua». Y mostraba
una lengua comida por moscas de ataúd
para ilustrar su tesis con la luz del ejemplo.
«Mirad: la lengua inglesa no es la lengua española».
«Aquí tengo la lengua de Cervantes. Su forma
de espada no coincide
con el hueco del paladar». El Profesor hablaba
de condiciones, rasgos, influencias,
metáforas, estrofas. Y cada afirmación
era probada por la Crítica.
Ahora bien, los puntos de vista de la Crítica
—pobres cuencas vacías—
eran toda esa carne palpitante
saqueada a los distintos cementerios:
lenguas, dientes, narices, pulmones, vientres, manos
que un día fueron órganos de los grandes autores
hoy tumores malignos servidos en bandejas
por profesores-asnos a sus discípulos-asnos
adentro de una sala-alcantarilla.
Donceles y doncellas extasiados
copiaban en «papeles» todas las proporciones
de la obra maestra: las leyes de la lírica,
la épica y dramática, causas y consecuencias,
la decadencia, el desarrollo de las literaturas.
Ante tal entusiasmo
el olor de los restos de los grandes autores
se mezclaba al olor de esos bellos difuntos
sentados en la silla de su propio excremento,
y una sola corriente de inmundicia era el aire,
mientras la admiración llegaba al desenfreno
cuando ese Profesor: «Si aprendéis —nos decía—
los requisitos de la creación
seréis fieros rivales de Goethe, y superiores».
Y cerraba su clase.
Guardaba todos los despojos nauseabundos
en su paquete, y con frente en alto,
coronado en laurel por su buen éxito
nos volvía la espalda como un Dios del Olimpo
que regresa a su concha.
Todavía recuerdo mi clase de Retórica
en que la vida y la belleza
eran un plato de carne podrida.
Yo tuve que cortarme la lengua en la raíz
para librarme de la lepra.



APLICACIÓN DE LA NOCIÓN DE CONCIENCIA CRÍTICA
DEL POETA MODERNO EN LA LEPRA DE GONZALO ROJAS

Una de las características de la poesía moderna es su conciencia y actitud crítica. El lenguaje poético se convierte en un instrumento autónomo a partir del cuestionamiento formal de la tradición literaria, amparándose en una resemantización del pasado que se va deconstruyendo desde una nueva lectura del presente. La noción de conciencia crítica en el poema La lepra está estrechamente ligada al conocimiento de dicha tradición y a la ruptura del paradigma desde elementos que encontramos en la poesía moderna y sobre todo a partir de la conciencia del sujeto moderno como construcción de heterogeneidad del discurso.

            En el poema se apela a la metaforización del Mal de Hansen para representar la anquilosada tradición académica centrada en una Retórica y una Crítica que ha mantenido las fauces de su dominio a lo largo de una Historia lineal y anómica. Así, la oposición que contiene el binomio tradición – modernidad es un eje que se alimenta recíprocamente para entender el concepto de contradicción y totalidad en la cual se encuentra inmerso el espíritu crítico del hombre moderno.

            La crítica se introduce en el poema desde un inicio a partir de la desacralización de los espacios hierofanizados, tal como se indica en la primera estrofa con el término de ‘clase’, ritual que es concebido como una vetusta ceremonia religiosa (Juicio Final) que representa el orden de un tiempo eterno desligado del quiebre temporal que inserta la modernidad. Asimismo, uno de los elementos de la poesía moderna que podemos encontrar en la primera estrofa es la utilización radical del rol del significante, escindiéndose de su relación tradicional con el significado cuando apela al uso de las mayúsculas en las palabras: Retórica, Ceremonia, Profesor, expresiones que configuran un sistema que el poeta busca profanar y subvertir para crear un nuevo orden.
           
En la segunda estrofa encontramos un símil entre la lepra y la lengua (entiéndase en su acepción semántica de órgano corporal, pero a la vez en un elemento que permite la comunicación), asociándose como instrumentos que contagian, se expanden y fagocitan el cuerpo y el alma. El pensamiento, de esta manera, queda cincelado por el empleo arbitrario que se le dé al lenguaje, pudiendo ser elevado al Olimpo de una bella poética o arrastrado a la sima del verbo prosaico. Buffon señalaba que “el estilo era el hombre”, particularidad que denota el rasgo individual que todos poseemos al momento de crear, y añade el yo lírico del poema que dicha particularidad está centrada en un ‘defecto de su lengua’, rasgo de semejanza en el campo figurativo de la semejanza (metáfora) que construye la relación lepra – lengua como una crítica a la tradición academicista enquistada en escenarios elitistas como son los claustros educativos.

De esta manera, el poeta busca desmitificar el concepto de aquella Retórica entendida como argumentación clásica (integrada a la lógica racional), para plasmarla como teoría del pensar figurado, es decir como el punto de partida en el que se constituye la lengua, construyendo una cosmovisión propia y singular entre sujeto y sociedad. Ahora bien, esta Retórica clásica que se aborda en el poema se complementa con la Crítica, elemento que el yo lírico metaforiza como ‘cuencas vacías’, es decir como opiniones que alimentan una inane y vacua tradición que un tercer elemento ‘El Profesor” va a concretizar adoptando el rol de profeta místico que pervive en una ‘concha” alejado del cuestionamiento y la conciencia crítica.

Este trinomio Retórica – Crítica – Profesor va a ser el eje de una trinidad sinecdóquica que el poeta va a configurar como elementos que deben ser subvertidos a fin de poder crear un nuevo estamento, tradición occidental alimentada por una retórica sofista, como se anota en el verso ‘seréis fieros rivales de Goethe y superiores’. Esta exhortación engarza el símbolo del profesor con los vates clásicos pero que el yo lírico ironiza como dioses olímpicos.

Esta crítica se centra, asimismo, en la tradición en lengua española, pues en la tercera estrofa se hace referencia en el verso primero: ‘Mirad: la lengua inglesa no es la lengua española”/ “Aquí tengo la lengua de Cervantes. Su forma/ de espada no coincide/ con el hueco del paladar”/. Esta referencia hace alusión a oposición antitética existente entre la poética que el Manco de Lepanto creó y la manera como la Crítica la ha ido deformando hasta convertirse en un ‘plato de carne podrida’

Una figura retórica gravitante en la composición del poema está en la sinestesia (semejanza), es decir en la descripción de una experiencia sensorial en términos de otra cuando se hace referencia al sentido del olfato ‘el olor de los restos de los grandes autores/ se mezclaba al olor de esos bellos/ difuntos sentados en la silla de su propio excremento/’. Aquí podemos encontrar una fuerte descripción por semejanza de elementos somáticos conjugados con la simbología de un pasado tanático y decadente, más aún cuando señala en la penúltima estrofa ‘todavía recuerdo mi clase de Retórica/ en que la vida y la belleza/ eran un plato de carne podrida’, una bella poética escatológica que se encuentran en otros términos como: nauseabundo, podrida, inmundicia, tumores, lepra.

Asimismo, el campo figurativo de la oposición se hace evidente con la antítesis cuando se relaciona el entusiasmo y la admiración que tienen los noveles estudiantes con las figuras de la tradición a quienes se les exige enfrentar y superar: ‘donceles y doncellas extasiados/ copiaban en “papeles” todas las proporciones de una obra maestra (…)/,  hecho que determina la construcción de un sistema que se va consumiendo por una metástasis simbólica.

Finaliza el poema apelando el yo lírico a una actitud extrema a fin de poder renacer, enceguecer para poder ver, cuando anota ‘yo tuve que cortarme la lengua en la raíz/ para librarme de la lepra’, es decir, a partir del conocimiento de la tradición, forzar la ruptura del paradigma para poder crear, ya sea desde el silencio o el alarido poético a fin de forjar un mundo donde el hombre pueda vivir digna y éticamente.

JOSE CARLOS RADELA

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